Juan Carlos Macedo

 

Texto leído por F.B. en la presentación del libro Juan Carlos Macedo: médico y poeta, poeta y médico, escritos de y sobre esta figura central de la cultura uruguaya del siglo XX, fallecido en noviembre del año 2002 en Montevideo. Los trabajos fueron compilados por Antonio L. Turnes y Elbio Paolillo. El acto tuvo lugar en la Fundación Verde el 14 de mayo de 2024.


Buenas noches a todos. Y muy especialmente buenas noches a vos, Juan Carlos Macedo. Gracias por estar con nosotros.


Ocurre que, por tratarse de vos, mi primera obligación debe ser la brevedad, o más precisamente la concisión. La valoración de las palabras y de los silencios. Porque así sos vos, Macedo: tan sorprendente en tus palabras como en tus silencios.


Será más bien a tu manera entonces.


Vale aclararlo para los demás: no somos amigos. Aunque nos encontramos en 1986, hace casi cuarenta años y a instancias de Laura Oreggioni y de la poesía, recién nos empezamos a tratar de forma habitual después, en el Sindicato Médico. Sin embargo, me atrevo a decir que te conozco muy bien. A través de tu quehacer en el Sindicato, de tus palabras, tus textos, tus gestos poético-científico-filosóficos. Este libro que se presenta hoy ya te lo leíste, estoy seguro, pero debo decir que te refleja a cabalidad desde el mismo título. Un médico poeta, un poeta médico. No sos un médico que escribe poesía, ni un poeta que atiende pacientes. Sos vos. Uno y el universo, diría Sabato. 


Recuerdo que en un homenaje realizado a Vladimir Roslik en el Palacio Legislativo, dijiste que cuando hablamos de Roslik no hablamos de la muerte. En un acto de homenaje al asesinado médico de San Javier pudo sonar extraña esa afirmación tuya, o una simple ocurrencia. Pero no, vos sos enemigo de las ocurrencias. Tus palabras son pensadas, medidas, manejadas con un cuidado amoroso. Y eso, convendrás conmigo, resulta extraño en un mundo lleno de palabras vacías. Suena extraño y es poderoso.


En el homenaje a Roslik apuntaste como al pasar una reflexión:


No es que su muerte haya terminado. Pero el episodio y su contexto, ubicados hoy, desde esa perspectiva de dolor hacia el futuro, nos obliga a reflexionar sobre la esencia de nuestra condición médica, la ética.


Y más adelante:


Este es un acto de la memoria. Un acto que pertenece a la verdad. La verdad es de la memoria. Para que el pensamiento entienda. Para que el afecto  asiente y la alegría sepa de dónde parte. Para que la utopía sepa dónde estamos y cierre los lugares del dolor.


Me quedó resonando esa sentencia tuya: “La verdad es de la memoria”. Me ha acompañado desde entonces, desde hace 25 años. La verdad es de la memoria.


Ese sos vos, Macedo, con la palabra como herramienta, no solo de comunicación sino también de íntimo conocimiento. Una vez, acaso el otro día, me explicaste que “algunos asuntos solo pueden ser investigados con las palabras”.


La poesía y la medicina son para vos residencia y resistencia. Vivís y aguantás en ellas, y ellas aguantan y viven en vos.


La medicina como práctica poética, como poiesis. Del no-ser al ser. Del no-estar al estar, es decir, de la lejanía como proximidad fraterna.


La aldea como el mundo. Aquello de “Migues queda en Migues”.


Y la poesía como razón y a la vez como promesa: “Juntar las palabras con la vida”, escribiste, escribís, escribirás. Y también: “ya nos habremos ido un sábado con sol”. Y parece que así es. Exactamente así, pero no. La vida después de la vida te enmienda la plana, Macedo. No te fuiste aquel sábado de noviembre, que yo recuerdo únicamente a través del estupor adolorido del Chino Barret. Creo que vos, Macedo, estás aquí hoy entre nosotros, que sos en nosotros. Y creo que estamos hoy aquí porque vos estás, seguís estando, siendo. Atenas en Migues, la poesía en el consultorio, la vida en la muerte, vos con nosotros. Así que te saludo, te abrazo, te leo.